Asi que echenle la culpa a Silvana.
El Sol en la ventana de mi espalda me recuerda que nada nunca falta y nada nunca sobra.
Olor a yerba quemada y a lamentos de operador.
Agua fria en mi garganta y el peso sobre mi mano,
le pide tiempo a sus dedos pero se niegan, los muy curtidos
Cada nube y cada sueño se rien, conociendose libres
y me avisan que hay un chico ciego con un acordeon
No me acuerdo de su nombre,
pero el tampoco me pregunta el mio.
Y ya que estamos, miren esto.
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